HACER JUSTICIA
Richard Serrano

Dios, en consonancia con su carácter, creó un mundo para las relaciones justas, pero la desobediencia humana trajo como consecuencia la alteración de ese diseño. La injusticia ha venido tomando varios rostros, al tiempo que se ha ido instaurando, incluso legitimando, como mecanismo de convivencia.

La justicia divina debe orientar nuestro ser, hacer y decir. Si invocamos por Padre a aquel que, por ser Santo y Justo, “no hace acepción”, nosotros también debemos ser santos y justos en toda nuestra manera de vivir: en nuestros motivos, palabras y acciones.

Solo el Justo nos hace justos, es lo que se conoce como la justificación. La justificación es más que solo ser declarados libres de culpa eterna por nuestros pecados ante el Dios Santo (1 Cor. 5:1), implica ser vivificados y reorientados desde nuestro ser interno a nuevas maneras de relacionarnos con Dios, con nuestros semejantes y con la creación. Así, justicia no solo tiene una dimensión personal, moral y espiritual, sino también ética y social.

Justicia incluye el acatamiento de normas, pero implica más que eso. Justicia es tratar y luchar por un trato digno hacia todos los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios. Justicia es sentir indignación por todo lo que ofenda el carácter de Dios y denigre a sus criaturas. La justicia no solo se ostenta, se practica. Somos llamados no solo a ser justos, sino a “hacer justicia”.

¿Cómo hacemos justicia al migrante? ¿Cómo le hacemos justicia al trabajador? ¿Cómo damos un trato justo al medio ambiente? ¿Cómo ser justos con nuestros cónyuges e hijos en casa? ¿Cómo practicamos la justicia como ciudadanos del cielo y de este mundo? “El que sigue la justicia y la bondad hallará vida, justicia y honra” (Prov. 21:21).