EL PODER DE LA VERACIDAD
Richard Serrano

Desde el Edén, la mentira lucha por falsear la verdad o imponerse sobre ella. La serpiente buscó el momento apropiado para cuestionar lo que Dios había dicho, sacó fuera de contexto sus palabras, sembró dudas en el corazón de nuestros primeros padres y los tentó con su engaño. Lamentablemente, Adán y Eva cedieron y desobedecieron, y el mal entró en el mundo.

Dios es un ser moral e inteligente, por eso la verdad importa, o debería, en su mundo. Hemos sabido, no obstante, de los intentos por negar que exista algo a lo que se le deba considerar “verdadero”. Hoy se promociona mucho la idea de que la única verdad es que no hay verdad o que esta es relativa. No han faltado también quienes se crean dueños de ella. En nombre de la verdad, se han cometido todo tipo de abusos.

Esta es una pregunta que sigue resonando con el pasar del tiempo: “¿Qué es verdad?” Aunque tiene que ver con eso, verdad es más que solo ideas. Por un lado, la verdad tiene que ver con los principios que derivan del carácter y la palabra de Dios y que, por tanto, son válidos para las personas y culturas de todos los tiempos. Por el otro lado, la verdad tiene su componente personal. Cristo dijo: “Yo soy la verdad” (Juan 14:6). Así, conocer la verdad es más que solo sostener determinadas ideas, es tener comunión con la fuente de toda verdad y la verdad misma en persona: Jesús.

Un mundo en el que abunda más y más la mentira, nos urge un compromiso con la verdad. Primero, verdad en nuestros motivos: “He aquí, tú quieres la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría” (Sal. 51:6). Segundo, verdad en nuestras palabras: “Por lo tanto, habiendo dejado la mentira, hablen la verdad cada uno con su prójimo” (Efe. 4:25). Tercero, verdad en nuestras acciones: “Considera la senda de tus pies y todos tus caminos sean correctos” (Prov. 4:26).

Enseñemos y practiquemos la veracidad en nuestros hogares. Hablemos verdad con nuestros hermanos en la fe. Pensemos en todo lo que es verdadero. Sostengamos la verdad, incluso en medio de situaciones difíciles. “El hombre que no teme a las verdades, nada debe temer a las mentiras” (Thomas Jefferson). “Pero los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios y saltarán de alegría” (Sal. 68:3).