GENTE GENEROSA
Richard Serrano

¿Le ganará el odio al amor? ¿Le ganará la mezquindad y la maldad a la generosidad? A veces nos da la impresión de que los malos son más y que hacen mejor su trabajo. Dios espera que seamos generosos (Tito 3:14). La respuesta a las preguntas formuladas al comienzo tiene mucho que ver con nuestro compromiso cristiano.

La generosidad es sinónimo de benevolencia. Describe a una persona que se interesa por las circunstancias de otros y actúa en consecuencia para hacerles bien. Como la relación entre un árbol y sus frutos que nos mostró Jesús, la bondad es la consecuencia del ser interno de las personas (Luc. 6:43-45). La generosidad es contraria a obrar mal y tendiente a hacer el bien.

Jesús es nuestro modelo de generosidad. Dice Lucas que anduvo haciendo el bien a todos, en especial a los afligidos y oprimidos (Hech. 10:38). No solo sentía dolor por el sufrimiento de la gente, veía en cada necesidad una oportunidad para hacerles bien. El servicio a los demás, de hecho, formaba parte de su misión en el mundo (Mat. 20:28).

De acuerdo con la enseñanza bíblica, la gente generosa imita al Señor (2 Rey. 13:23). Se enfoca en el bienestar de los demás (1 Tim. 6:18). Es capaz de desprenderse de lo que tiene para beneficiar a otros (Luc. 6:30). Da y obra con alegría (2 Cor. 9:7). Espera su recompensa del Señor: “El que da al pobre presta al SEÑOR, y él le dará su recompensa” (Prov. 19:17). ¿Cuán generosos estamos siendo?

A diario, se nos presentan muchas oportunidades para hacer el bien. Puede que nuestras vidas agitadas y ensimismadas no nos permitan verlas. Pensemos, por ejemplo, en las personas con tantas necesidades en las calles de nuestro país, en los hospitales y cárceles. En nuestras propias iglesias, incluso dentro de nuestros propios hogares, puede que haya personas con quienes debemos ser generosos. ¡Seamos gente generosa, imitemos a Cristo!