EL VALOR DEL TRABAJO
Richard Serrano

Anna Pavlova (1881-1931), la famosa bailarina rusa, dijo: “Nadie puede llegar a la cima armado solo de talento. Dios da el talento; el trabajo transforma el talento en genio”. Por experiencia, ella conocía las exigencias y los frutos del trabajo arduo. Habría que precisar que Dios no solo tiene que ver con el talento sino también con el trabajo. El trabajo es también cuestión de fe. El trabajo forma parte del diseño o deseo de Dios para sus criaturas.

Es notable que Dios asigna trabajo antes de la desobediencia. El trabajo no aparece como consecuencia del pecado: “Dios los bendijo y les dijo: ‘Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra; sojúzguenla y tengan dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se desplazan sobre la tierra’” (Gén. 1:28). Lo que si aparece con el pecado es el dolor y las incomodidades asociadas al trabajo: “Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado. Porque polvo eres y al polvo volverás” (Gén. 3:19).

El trabajo digno nos afirma personal y socialmente. Es satisfactorio saber que podemos emplear nuestras capacidades para crear, producir, aportar y servir a Dios, a nuestros semejantes y a la sociedad. Hay que evitar, sin embargo, el riesgo de fundir nuestra identidad con el trabajo. No valemos por lo que hacemos, sino por lo que somos.

El trabajo nos permite cultivar y expresar valores éticos: a) responsabilidad: “… Ocuparse en sus propios asuntos y trabajar con sus propias manos” (1 Tes. 4:11); b) esfuerzo: “… No siendo perezosos en lo que requiere diligencia…” (Rom. 12:11); c) honradez: “… Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tes. 3:10).

Finalmente, conviene tener presente que el trabajo no es un fin en sí mismo, sino un medio. Ningún trabajo es más importante que su salud. Necesitamos aprender a dar tiempo al trabajo sin descuidar a Dios y a la gente. El trabajo, sin descanso y recreación, puede degenerar en idolatría, vicio, enfermedades, frustración y amargura: “Seis días te dedicarás a tus labores; pero en el séptimo día cesarás…” (Éxo. 23:12); “… Tomar su porción y gozarse de su duro trabajo, esto es un don de Dios…” (Ecl. 5:19).